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jueves, 18 de agosto de 2011

Personaje quiere ser alguien



¡Hola, gentecilla ^^!

Sé que prometí colgaros una crónica de viajes con nuestras delirantes aventuras en París. Sí, continúo trabajando en ella; y adelanto que será extensa (con cuatro episodios bastante completos. Creo que os gustará). Mientras tanto, y a sabiendas de que me ausentaré unos días y no podré continuarla durante este tiempo, aquí os dejo un relatillo que escribí hace bastante, pero que aún me gusta mucho. Es un cuento diseñado para animar a los niños a practicar la creación literaria. Lo usé durante mis prácticas en un cole… y, ¡eh!, dio muy buen resultado ^^.


           PERSONAJE QUIERE SER ALGUIEN

Una de esas tardes de lluvia en las que todo está gris, Daniela suspiraba mirando por la ventana. Como llovía tanto, no podía salir al parque con sus amigos. «¡Qué rollazo de tiempo!», se dijo mientras seguía el hilillo de agua que dejaba un goterón en el cristal. No le gustaban nada las cosas que echaban por la tele; tampoco le permitían jugar a la videoconsola entre semana. Aunque los libros le encantaban, ya se había leído millones de veces todas sus historias preferidas. Aquella tarde, en definitiva, Daniela se encontraba aburridísima.

Hasta que, de repente, vio algo que no había visto nunca: una luz enorme y blanca flotando bajo el chaparrón. No venía de una lámpara ni del Sol o cualquier otra estrella, sino que era una luz por sí misma, y parecía estar viva. Tampoco tenía una forma fija, sino que cambiaba a cada segundo que pasaba. Titilaba cerca del alféizar sin acercarse demasiado. Daniela tuvo la sensación de que era una luz tímida.

Decidida a saber qué era, abrió la ventana con cuidado y la invitó a entrar.

—Gracias —dijo la luz—. Ojalá toda la gente fuera tan amable como tú.

Daniela se sorprendió muchísimo cuando la escuchó hablar: tenía miles de voces a la vez, como si no fuera capaz de decidirse por una sola. Voces agudas y graves, voces de mujer y de hombre; voces de niño, de adulto y de anciano, todas diciendo las mismas palabras a la par. Algunas sonaban alegres, mientras que otras eran tan tristes que le daban ganas de llorar.

Sorprendida, sonrió y fue a tocarla; pero su mano la atravesaba.

—No podía dejarte ahí afuera, mojándote a la intemperie —explicó; y le preguntó—: ¿Cómo te llamas?

La luz blanca tembló un poco antes de responder.

—Todavía no tengo nombre —le confesó al final—. Pero puedes llamarme Personaje si te apetece. Porque es lo que soy.

—¿Un personaje? ¿Como los de las películas y los libros? —se sorprendió Daniela.

—Sí, algo parecido; aunque no exactamente igual. Ellos eran como yo al principio, pero ahora son personajes creados. Por eso tienen aspectos diferentes, distintas voces y formas de ser. Han vivido montones de aventuras, mientras que yo no he vivido ninguna. Todos los personajes soñamos con ser creados un día.

Daniela abrió los ojos como platos.

—¿De verdad? ¡Nunca creí que eso funcionara así! —exclamó—. Y ¿qué hace falta para cumplir ese sueño?

—Una persona bondadosa y valiente que nos haga el favor de crearnos. —Personaje se posó en el escritorio—. Entonces dejamos de ser personajes que aún no son nadie. Nos convertimos en alguien, ¿entiendes? Cuando un humano crea a un personaje, decimos que es su autor. Pero no todo el mundo se atreve a crear un personaje. Muchos ni siquiera nos ven cuando pasamos por su lado.

Aunque Personaje no parecía muy afligido (lo parecían algunas de sus voces, pero otras continuaban oyéndose como si estuvieran contentísimas), Daniela sintió pena por él. Pensó que era muy injusto que nadie se molestara en crearlo.

—Me gustaría ser tu autora —reconoció, pensativa.

—¿Harías eso por mí?

—Si supiera cómo... —La niña se encogió de hombros—. Pero no sé por dónde empezar. Nunca he creado un personaje...

La luz se acercó un poco más a ella.

—No es tan difícil si tienes la voluntad de intentarlo —afirmó—. Lo primero de todo, podrías concederme un cara y un cuerpo. Regálame un aspecto y una forma de vestir.

—¿Cómo?      
      
—Con tu imaginación. La mente de las personas es muy poderosa. Es mágica.

Daniela ya no estaba tan segura de poder ayudar a Personaje. ¿Cómo iba ella, una niña cualquiera, a encargarse de una misión así? Sin embargo, quería echar una mano, por lo que se esforzó mucho.

Y, cuando menos lo esperaba, todo ese esfuerzo dio sus frutos: una barbaridad de ideas se amontonaron en su cerebro de golpe. Se le ocurrió que Personaje podría ser un fantasma; pero convertirlo en algo así le daba bastante miedo. Por un momento pensó en transformarlo en un elfo, hasta que recordó que su hermana mayor —que escribía guiones para el teatro de la escuela— había inventado algo parecido. Y no le daba la gana de que la llamara copiona. Incluso barajó que fuera un alienígena repugnante; pero ¿qué clase de amiga sería si lo condenase a ser tan desagradable? Y, como éstas, tuvo otra docena de ocurrencias que la volvían loca.

De pronto, una de ellas chilló con más fuerza que las otras, como si la estuviera llamando en un idioma más bonito. Era una idea tozuda, decidida a que la eligiera costara lo que costase. Entonces, Daniela lo supo: Personaje sería una sirena. La imaginó con una cola larga y elegantísima; incluso pensó en la tiara y la redecilla cuajada de perlas que adornarían su cabello azul, largo como una cascada.

¡Cling! Ni siquiera le dio tiempo de formular su decisión en alto. En lo que dura un parpadeo, Personaje adoptó la nueva forma. Como sabía que las sirenas no pueden vivir fuera del agua, Daniela se apresuró a llenar la bañera; y allí la puso a remojo.

—¡Vaya! Me has creado hermosa. Te estoy muy agradecida —dijo la criatura. Ahora poseía una delicada voz de mujer. ¿Se la había escogido Daniela al mismo tiempo que le daba una apariencia? Si era así, ni se había dado cuenta... A lo mejor lo había hecho sin pensar.

—No importa, ha sido un placer. Y ahora... ahora, ¿qué?

Personaje la miró fijamente con sus grandes ojos verdes.

—Ahora necesito una personalidad —explicó—. Todavía no estoy completa, por mucho que tenga un cuerpo. Piensa qué es lo que más me gusta, lo que odio y lo que me enfada. Si soy buena o mala persona, y las cosas que me asustan. Puedes otorgarme virtudes, pero también defectos. Normalmente, nadie es perfecto; así que me parecerá bien.

En esta ocasión, Daniela lo tuvo mucho más fácil: la sirena parecía buena; además, no le apetecía convertirla en ninguna villana. Así que decidió que a Personaje le gustaría ayudar a los demás. También quiso hacer que fuera alegre, aventurera y valerosa; aunque se le ocurrió que podría aterrarle la voz de las ballenas. Tenía que adorar los macarrones (que para algo eran su plato favorito) y no soportaría la menestra (según Daniela, la peor de todas las comidas del universo universal). A veces sería un poco testaruda, pero no sería mala chica.

—¡Me gusta! —exclamó Personaje—. Quitando lo de la menestra... Espero que no me obliguen a comerla nunca. Es asquerosa. ¿Sabes qué es lo que deberías hacer ahora?

—¿Qué?

—Deberías ponerme un nombre. Un nombre de verdad. Los buenos personajes necesitan tener un nombre.

Daniela la miró de arriba abajo: aquello no era tan sencillo. Tenía que sonar bonito y además pegarle bien. Se le ocurrían tan pocas ideas que hasta pensó en llamarla Ariel; pero no se encontraba dispuesta a ser tan poco original. Se planteó bautizarla como Maribella (porque vivía en el mar y era bella; sin embargo, le parecía cursi) o como Serena la Sirena (pero la sirena no siempre era serena, así que no le acababa de gustar). Al final se decidió por un nombre inspirado en el color de su pelo.

—¡Azuletta! Te llamarás Azuletta. Azuletta Dell’ Acqua. ¿Te parece? —sugirió, añadiendo un apellido italiano que había oído en algún sitio.

—¡Es fantástico! —Azuletta tenía los ojos brillantes de emoción—. Pero todavía falta algo... Si no tengo mi propia historia, aún no puedo ser alguien. Me hace falta una familia, amigos y enemigos, gente a mi alrededor. También un mundo, lugares en los que pueda vivir mi vida. Y experiencias, por supuesto: un pasado inolvidable, un presente y un futuro que descubrir. Quiero hacer cosas emocionantes, y recodar mis aventuras pasadas.


Aunque sabía que aquél era el mayor de todos los retos, Daniela no lo dudó ni un segundo, y se puso manos a la obra. Y es que ya entendía, por fin, qué era lo que tenía que hacer: sonriendo de oreja a oreja, cogió folios de su escritorio, afiló un lápiz y comenzó a escribir.

Y lo mejor de todo era que ya no estaba aburrida.

jueves, 11 de agosto de 2011

Advertencia: loca suelta

*Toc, toc, toc...*. Algo martillea en mi cabecita. “Despierta de tu letargo”, me dice; y tengo que hacerle caso. Últimamente, en términos cibernéticos, admito haber estado un tanto dormida: apenas he visitado mi foro de siempre, y he perdido el contacto con algunas amistades. Si a esto le añadimos mi bloqueo literario —y el vergonzante abandono de cierta novelilla—, podríamos decir que, de un tiempo a esta parte, le he fallado un poquito a la red.

No es que anduviera inactiva por completo, desde luego: en mi vida han pasado muchas cosas estos meses. He currado para una oposición —con más pena que gloria, pero esa es otra cuestión—; he tratado de educar a minimonstruos insolentes, y me he involucrado en algunos proyectos. Incluso he conocido el amor, y he viajado algo más que de costumbre. No obstante, algo me dice que quizá ya sea hora de intentar reafilar mi vieja pluma; de reencontrar a mi yo escritoril, aunque sea poco a poco.

Hace dos o tres semanas, cierta colega forista me sugirió que abriera mi propio blog: una forma de expresarme y hacer uso del lenguaje, combatiendo la vagancia y tratando de inspirarme. Claro que ya me lo había planteado tiempo atrás... ¿Por qué no? ¡Si todo quisqui lo tiene! ¿Podría yo aportar algo nuevo? Sinceramente, espero que sí. Lo considero también un buen modo de reencontrarme con viejos amigos, quizá incluso de volverme una bloguera más activa y controlar mejor qué se cuece en sus blogs. Por eso he retomado una identidad a la que tengo bastante cariño, y por la que algunos me podrán reconocer: Saramar, la legendaria Emperatriz del Desvarío. Sí, malas noticias: una sigue estando muy loca. Bienvenidos a mi humilde jaula de grillos. Sentaos donde podáis (si los grillos os dejan).

¿Y qué leches voy a colgar aquí? A saber... paranoias y más paranoias. Tal vez pequeñas historias, crónicas y reflexiones... O sea, básicamente lo que me salga de ahí XD. Para empezar, alguien me sugirió que escribiera sobre mi estancia en París; y lo cierto es que rebosa episodios divertidos, suficientes como para alimentar varias entradas. Así pues, nos vemos en breve por estos lares.

                  Besitos paranoicos... ¡Y gracias por venir ^^!